Mirar (y tocar) también salva vidas

10.07.2023

Hoy quiero compartir con las personas que me lean un momento inspirador. De esos que pueden parecer poco relevantes pero marcan una gran diferencia.

San Sebastián de los Reyes, Madrid. Sol de justicia. 18:30 de la tarde. Mucho calor. Ayer volví de vacaciones y me dispongo a ir al supermercado a comenzar a llenar esa nevera casi vacía. Cuando voy a entrar escucho un tímido "hola". Me giro y veo a una mujer negra, con gorro y ropas típicos de su cultura de origen, sentada en algo muy cerca del suelo. Sostiene un vaso de papel en la mano. Le miro y le contesto "hola", y acto seguido, sin pensar, voy a la cartera a buscar qué puede haber de monedas sueltas. No es algo que suela hacer, ya que por mi trabajo con personas sin hogar soy muy consciente de que dar dinero muchas veces perpetúa la situación. En este caso no hay análisis en mi. La respuesta viene directa de lo instintivo. La acción viene de un lugar que no tiene que ver con mi corteza prefrontal.

Mientras rebusco, miro de reojo y veo como se seca algo de debajo de los ojos (¿es sudor?), y ante la duda, le pregunto: ¿Estás bien?. Ella comienza a negar con la cabeza y sus ojos se humedecen. No, claramente no está bien. Dejo la primera moneda que he cogido en el vaso y me acerco a ella, agachándome a su altura y tocándole la pierna. Comienzo a hacer preguntas de manera un poco atropellada: 

-¿Quieres un poco de agua fresca?.
Ella no contesta.
-¿Hablas español?
Continúa el silencio.

Entonces de nuevo recuerdo lo importante. El contacto con su pierna, mi presencia y mi escucha en ese momento. Nada que resolver. Sólo acompañar. Estoy con ella en silencio mientras continúa llorando y negando con la cabeza. No puedo imaginar por dónde ha tenido que pasar, sus vivencias hasta llegar hasta aquí. Sí consigo hacerme una idea de las veces que ha dicho "hola" y ha sido ignorada a lo largo del día de hoy, del de ayer y vete tú a saber cuántos días más. Creo que al ser vista ha podido darse el permiso a expresarse.

Comienza a suspirar y a calmarse un poco. Entonces habla.
- Gracias. Thank you. 
Soy consciente de que mejor el inglés. De manera torpe le explico que trabajo en un centro de día de personas sin hogar, le pregunto si tiene dónde dormir...Entiendo por su respuesta que esa parte está más o menos resuelta. Siguiendo con el contacto de mi mano en su pierna, le digo lo que viene de nuevo de mi parte instintiva en ese momento.
- Everything is gonna be ok. You are a strong woman.
Se emociona de nuevo y con ojos cerrados me dice a mi (y creo que a sí misma):
- I Know, I Know.

Después de acompañarla unos minutos más y asegurarme de que se encuentra mejor entro al supermercado. Me encuentro muy revuelta. Miro el contraste de todos los que estamos allí, llenando los carros, con prisa, sin mirarnos prácticamente los unos a otros. Hago mi compra con congoja en la garganta y contengo mis propias ganas de llorar. Pienso qué le podría ayudar a pasar mejor esta tarde. Voy a la sección de frío y le compro una botella grande de agua helada y una manzana roja, con una pinta estupenda. 

Cuando salgo de nuevo por la puerta voy con mi bolsa de comida colgada del hombro y la botella y la manzana en las manos para entregárselas. Me recibe con una gran sonrisa. Su semblante ha cambiado completamente.

-Thank you. You make me happy today.

-¿Where are you from?, le pregunto. 

- Nigeria. God bless you.

Recibo sus bendiciones. En su cara hay una gran sonrisa. Como no podía ser de otra manera, mi actuación no ha resuelto nada, pero le ha devuelto algo de alegría y esperanza. Me despido dándole las gracias. ¿Por qué? Después de un rato hablando conmigo misma consigo entenderlo. Le doy las gracias  por traer vida a un momento normalmente automático y adormecido, por ayudarme a reencuadrar mi propia situación y quejarme menos. Le doy las gracias por la conexión vivida en esos minutos, porque como dice Brené Brown en su charla Ted "El poder de la vulnerabilidad", es ahí donde conectamos con los demás y con el amor.

Gracias mujer fuerte de Nigeria. Gracias por inspirarme a escribir y a seguir haciendo lo que hago. Gracias por recordarme el sentido de mi trabajo. Como dice mi compañera y ya amiga, Rocío Gómez Sanabria, escuchar salva vidas. 

Hoy he vuelto a comprobar que mirar (y tocar) también.